Cuando el ciclismo comenzó a ganar el corazón de los riotercerenses
Cada 15 de abril se celebra el Día Internacional del Ciclista, mientras que el 5 de diciembre los argentinos festejamos el Día Nacional del Ciclista en conmemoración de la gran hazaña realizada por uno de nuestros máximos exponentes de este deporte, el recordado Remigio Saavedra, quien en 1943 unió sin parar de pedalear, Mendoza con Buenos Aires en 18 horas.
Pero más allá del recuerdo de este gran deportista, de las fechas nacionales o internacionales, desde Depor3 creímos oportuno traer al presente, cuándo el ciclismo comenzó a ganar adeptos en Río Tercero.
Como vemos, a comienzos de la década del ’40 estos desafíos o aventuras deportivas dejaban en la gente la inquietud de practicar con más énfasis las nuevas disciplinas que se iban popularizando.
Los riotercerenses no eran ajenos a estas nuevas inquietudes deportivas y en una charla de café en el viejo Bar Sala (actual Bar Avenida), Juan Gallardo, Ismael Arco y Federico Maldonado se propusieron ir y volver a la ciudad de La Plata en bicicleta. Así fue que junto a un grupo de amigos del bar, organizaron un baile en la Sociedad Italiana con el objetivo de juntar fondos y afrontar los gastos de este viaje fuera de lo común.
Así fue como el miércoles 14 de febrero de 1940 salieron con la idea de cumplir su plan de viaje, que tenía como primera etapa Bell Ville donde pasaron la noche. La segunda etapa terminó en Rosario. Desde ahí siguieron a Pergamino y luego a la base aérea El Palomar. El cuarto día a las 9 horas llegaron a la ciudad de La Plata, más precisamente a la puerta del Diario Crítica, el más leído de aquel tiempo, culminando la primera parte del aventurado viaje. Después de estar cinco días en Buenos Aires emprendieron el retorno a Río Tercero en la misma cantidad de etapas.
Podemos considerar a ésta, una de las primeras hazañas deportivas realizadas por riotercerenses y decimos primera porque luego se realizarían muchas más. Varios diarios de la época hicieron publicaciones y comentarios de semejante hazaña. Solo basta con imaginar el peso de las ruedas y bicicletas en aquellos años, o los caminos de tierra de escasos mantenimientos, para tener la magnitud de semejante proeza deportiva. Así fue como el ciclismo comenzó a ganar el corazón de los riotercerenses hasta llegar en la actualidad a tener excelentes pedalistas, fieles representantes de la Capital Nacional del Deportista.