“Chola” Prado: la primera mujer que voló alto
Con el paso del tiempo, los cambios propios de la historia se van acentuando cada vez más y lo que mucho tiempo atrás parecía una “locura”, hoy es normal. La sociedad fue evolucionando y con ella, el rol de la mujer ganó más protagonismo en cuestiones de la vida cotidiana. Sin embargo, no se debe olvidar a los precursores de la “normalidad” en la que vivimos, como el caso de María Remedios “Chola” Prado, la primera mujer que piloteó un avión en Río Tercero.

El relato aportado por su sobrino, Adrián Biondi, comienza de manera cronológica, contando que nació el 1 de noviembre de 1920 en Morrison, al sudeste de la provincia de Córdoba. Fue la hija mayor de Don Tomás Prado y de Doña Vicenta Martínez, ambos españoles. Poco después de su nacimiento, la familia Prado se mudó a Pasco. Llegó a Río Tercero con sus padres en el año 1928. De pequeña mostró interés por los deportes. También era muy hábil en costura y tejidos.

Con familiares en Buenos Aires, vivió un tiempo en Avellaneda y fue parte del equipo de atletismo del Club Atlético Independiente, del cual siempre fue una hincha entusiasta, recuerdan.

Ya de nuevo en Río Tercero, leyó un artículo en un diario donde pedían aspirantes a pilotos aeronáuticos civiles. El aviso especificaba solamente que debían presentarse en el Aero Club Rosario, en Fisherton. Cuando llegó, le dijeron que no aceptaban mujeres. Ella, con firmeza, dijo que se hizo todos esos kilómetros de viaje y que en el aviso no decía “mujeres abstenerse” ni nada parecido. Finalmente, tuvieron que aceptarla, no de muy buena gana.
Se inscribió en el curso de Piloto Privado de Avión y en el de Mecánico Aeronáutico, que se dictaban allí mismo. En las cartas que escribía iba contando cómo avanzaba con el curso, cuánto le gustaba y le pedía al padre que, a su vuelta con su licencia de piloto, le comprara una avioneta. Don Tomás le contestó que sí, que si volvía con los estudios bien terminados, tendría su avión.

Cuando terminó los dos cursos volvió a Río Tercero y su papá le compró un Piper PA11 nuevo, que venía con un motor de 45 HP. “Chola” lo hizo cambiar por un motor más potente porque no le gustaba el anterior. En esa época no existía el Aero Club Río Tercero, así que guardaba el avión en un galpón de un productor agropecuario local que le prestaba una parte como hangar. Despegaba y aterrizaba en ese mismo campo.
Además, dio clases de Manualidades y enseñó Aeromodelismo a muchos riotercerenses ávidos de aprender a armar aviones en escala y volarlos.

Tuvo dos accidentes en su aeronave. El primero porque había quedado el avión afuera toda la noche por movimientos del dueño del galpón, quien lo volvió a entrar y cuando llegó, Chola lo sacó para volar y a poco de despegar tuvo un problema en el carburador y cayó, a baja altura, pero salió ilesa y hubo que reparar el avión, cosa que hizo ella misma.
El otro accidente fue cerca de la cancha del Club 9 de Julio, haciendo unas acrobacias, se le desprendió una punta de un ala y se cayó el avión. Ella volvió a salir ilesa y nuevamente reparó los daños materiales de la aeronave.
Allí don Tomás le dijo que dejara eso porque era peligroso y vendieron el avión. Queda de recuerdo la hélice, una Clérici de madera que aún conserva Adrián e hizo un reloj de pared con ella.
Su otra vida:
Trabajó muchos años en la farmacia del Hospital Río Tercero y ayudaba a muchos chicos a configurar sus pistas Scaelectrix, puso un negocio de venta de hobbies “Adri-Ser Hobbies”, por el nombre de sus sobrinos, Adrián y Sergio.
Además, vendía madera balsa, pino, combustible para motores de modelos de avión y todo lo necesario para armarlos y entelarlos. También vendía chascos y modelos de aviones y autos listos para armar. Era un negocio pequeño que tenía de todo. Tiempo después, se dedicó de lleno a la costura, tenía máquinas remalladoras y hacía muchos trabajos para tiendas locales.
Pasó sus últimos años en compañía de la familia, dedicando largos ratos a jugar a las cartas y contando miles de anécdotas de la intensa vida que llevó y cuyos detalles recordaba perfectamente.
“Chola” falleció el 25 de diciembre de 1999. No se le cumplió el sueño que siempre tuvo: llegar al año 2000, aunque en sus últimos tiempos no le preocupó no cumplirlo, porque decía “que no era lo que ella esperaba que fuera el año 2000 lo que se veía venir”.

